lunes, 25 de enero de 2016

Venezuela se muere, bajo la responsabilidad de todos.


Hay días en los que recuerdas con más vehemencia la calidad de extranjero. Una situación que viene de la búsqueda de un destino mejor para algunos, la sobrevivencia para otros, e incluso, para tantos la “salida” ante una situación política que ahoga, que impide progresar o que puede llevar a perder la libertad.
Es una condición que implica alejarte de los tuyos, de tus olores, tus sabores. El acento se vuelve extraño, la palabra patria queda entre el recuerdo de lo vivido y esos símbolos que llevas como estandarte de vida.

En pocas ocasiones en estos 11 años me he sentido extranjera, he de decir que probablemente sea una afortunada. Pero basta que alguien toque tu patria o a tus coterráneos de forma despectiva, eso hace que reacciones como fiera herida a defenderlos. La sensibilidad es distinta. Es parte de tu piel, de tu ADN, de lo que eres.

Venezuela lleva 17 años de dictadura, va muriendo progresivamente. La situación sanitaria y de alimentación está en límites insospechados, de absoluta emergencia, que en teoría deberían hacer actuar a organismos internacionales. Pero todos están asombrados que ello ocurra en un país que era distinto, que supuestamente es rico, pero terriblemente pobre para su población. Se mantienen impávidos y sin reacción.

Pareciera que muchos olvidan que Venezuela entre los años 50’s y 70’s recibió a más de dos millones de europeos en la postguerra, con una política de puertas abiertas donde se les permitía trabajar y adquirir la residencia casi de inmediato. De ellos casi un millón de españoles. Después de la revolución cubana, desde la Isla llegaron también a instalarse en el país, al que hicieron como propio. Para los años 70’s, nuestros “hermanos del sur” fueron auxiliados, y se dictó una medida que obligaba a tener un porcentaje de los planteles de las empresas privadas de inmigrantes llegados de Argentina, Chile, Perú y Uruguay. También llegaron de otras tierras, el Líbano, judíos de diferentes partes del mundo, turcos, chinos, de los países caribeños y por supuesto, de Colombia con quien siempre se mantuvo un vínculo constante. Todos hicieron de Venezuela su tierra, se adaptaron y fueron adoptados.
Hace poco leí un artículo sobre seis de esos inmigrantes que con 80 años han optado por volver a España, su tierra natal. Al final de cada entrevista les hacen una pregunta, “se siente español o venezolano”, en ninguno de ellos hay atisbo de dudas, “venezolano”. Y más, mencionan que si la situación lo permitiera volverían a “su tierra”.

Quizás es momento de recordar todo lo que Venezuela, sus habitantes han hecho por diferentes naciones del mundo. Por esa democracia que hoy disfrutan. Por la formación de líderes políticos, así como de profesionales de pro en diferentes ámbitos de la vida. Venezuela muere cada día ante la vista inerte del mundo.
Nunca, en toda la historia republicana se había visto una diáspora igual. Nunca, se había vivido algo similar. Y entretanto, muchos prefieren mantenerse ajenos a lo que ocurre. Quizás alguno diga discretamente y en voz baja, “que haya paz”, mientras los DDHH de los venezolanos y muchos de sus connacionales son violados cada minuto en la que fue tierra de gracia.

Mientras muchos han llenado sus arcas, las conciencias siguen indolentes.
Venezuela se muere, bajo la responsabilidad de todos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario