jueves, 6 de diciembre de 2018

El país de la memoria (en Ataraxia Magazine)





Creo que éste ha sido uno de los artículos que más me ha costado organizar. Y es que los recuerdos de una Venezuela bonita se agolpan en mi cabeza; intento ordenarlo todo, contándole a mi hijo cómo vivíamos, cómo éramos, qué hacíamos en ese país donde él también nació… pero es inútil. Como otras veces menciono, el realismo mágico pareciera ser un modus operandi propio del Caribe y de quien se ha criado en un país instalado en el contrasentido.
Sin lugar a dudas, la memoria suele ser frágil, los sentimientos juegan con los recuerdos y más cuando se atraviesa el exilio; por lo que, como en otras oportunidades, y aferrándome a ellos, plasmo en blanco y negro lo que aprendí, la historia de mi país que me enseñó mi padre, mi mejor historiador, y por supuesto, lo vivido intensamente dentro y fuera de Venezuela.

Precisamente estos días tomé un taxi en parte de mi ruta camino del trabajo. El amable conductor creyó, por mi acento mestizo y mi tez blanca, que era española; por lo que, como en muchas otras ocasiones, le aclaré: “pero nacida y criada en Venezuela, a mucho orgullo”. Para mi sorpresa me indicó: “¡Y tanto, es un hermoso país, lo visite hace más de 15 años!”. Así pues, yo tirando de mis recuerdos, y él de los suyos, armamos una Venezuela en 12 minutos de recorrido.

Laguna Mucubají, Mérida. Andes Venezolanos
El taxista me mencionó a su gente, con su hablar musical y cantadito, suave para el peninsular. Me hizo gracia que fuera él quien dijera, como quien da una lección de geografía, que Venezuela está al norte de Sudamérica, y recordé la canción de Franco De Vita, venezolano, hijo de inmigrantes italianos, de los llegados entre los 50’s-70’s, como millones de españoles o portugueses. Hablamos de los 3.000 kilómetros de costa caribeña, con islas de ensueño… cerré mis ojos y sentí por un momento en plena Barcelona otoñal el calor del Caribe, el olor a salitre, sentí la suave y blanca arena y me descubrí caminando hacia las pequeñas piscinas naturales, formadas por las barreras de coral. Me volví a ver en los lanchones que conducían los señores teñidos por el fuerte sol desde los cayos de “Morrocoy”, entre manglares, viendo los colores turquesa del agua y los pájaros de colores revoloteando en busca de comida. Comenté que desde el centro del país, mi esposo y yo nos poníamos en pocas horas en los llanos, y en menos de un día alcanzábamos Los Andes venezolanos, con pequeños pueblecitos donde podías parar a por una postal de lujo; montañas con nieve en pleno trópico, con alturas que superan con creces los 4.000 metros. Me recordé descalza, caminando frente a los Parques Naturales Cachamay y La Llovizna, con la certeza de que me impregnaba en agua bendita del río Caroní.

Esa era otra Venezuela, no la que vive la situación más lamentable de su historia republicana con un colapso absoluto de la economía del país. Desde los años 50’s hasta los 90’s, lideró la región con el PIB más alto, y se situó entre los países en desarrollo más importantes del planeta. Quizás alguien recordará «Thunderball», el libro de Ian Fleming llevado al cine en la larga saga de James Bond, donde los malos mencionaban: “por razones de prudencia las ganancias fueron convertidas en francos suizos y bolívares venezolanos, ya que siguen siendo las monedas más estables y sólidas del mundo”. Hoy, en plena crisis que sorprende a todos, somos testigos de un éxodo de cientos de miles, que salen a pie por las fronteras “calientes” entre Colombia y Brasil, y unos cuantos, que no pocos, por mar hasta las vecinas islas neerlandesas, Aruba, Curazao o Bonaire, o por aire hasta países de Centroamérica, Norteamérica o Europa. Según algunos artículos de diarios ecuatorianos más de un millón de venezolanos entraron en su país vía Chile, Perú o Argentina, de los cuales, más de 200.000 se han quedado en Ecuador y antes en Colombia. Una cifra similar se estima que han emigrado a España, sin contar a los que poseemos doble nacionalidad.
Pero, cómo de ese país en desarrollo, que duerme sobre una de las reservas más importantes de petróleo, gas, coltán, hierro, bauxita y piedras preciosas, hemos llegado a éste que muestran algunos periodistas en la miseria más absoluta, donde miles de venezolanos mueren por desnutrición y todo tipo de enfermedades, pues el desabastecimiento alcanza todos los sectores y ámbitos de su vida… ¿Por qué tras años de bonanza, de democracia, llegó Hugo Chávez al poder con el comunismo como mochila?

La Venezuela productiva —no solo en minerales, en granos, ganado, papel, energía eléctrica, que se vendía al norte de Brasil, café, industrias, universidades— se dejó devorar por el monstruo de la corrupción, el que durante la época de la democracia, después de 1958, comenzó a minar cada uno de los niveles y a todos los estratos sociales. Entretanto, en los años 60’s, la izquierda, apoyada desde la Cuba castrocomunista intentaba alcanzar el poder a través de las guerrillas. En el primer gobierno de Rafael Caldera, demócratacristiano (copeyano), quien gana la presidencia tras 2 períodos socialdemócratas (Betancourt y Leoni), los guerrilleros pactan, bajan de las montañas, abandonan las armas y entran activamente en política. Paralelamente, estos guerrilleros, con sus ideas socialistas/comunistas, llegan a las aulas universitarias.
En el primer mandato de Carlos Andrés Pérez (CAP), después de Caldera, se nacionalizó la industria petrolera y nace PDVSA, que llegó a ser una de las 5 empresas más importantes del mundo petrolero. Con este mandato también se viralizó esa corrupción, “robar y dejar robar” era el lema de los socialdemócratas o adecos para los venezolanos. Luego de CAP, en el segundo mandato de los copeyanos, con Luis Herrera Campins, llega el viernes negro, es decir, la primera devaluación del Bolívar, aquella otrora moneda fuerte, y se crea el primer cambio paralelo en el país. A pesar de todo lo que significó, y la enorme fuga de capitales que ocurrió en consecuencia, Venezuela pudo recuperar parte de su productividad, y se fomentó el consumir venezolano. No obstante, la corrupción siguió su curso imparable, incluso dentro del propio gobierno de Herrera.
CAP vuelve a ganar el poder, y en este segundo mandato implementa medidas duras y complejas, que de haberse llevado a efecto quizás nos situarían hoy en una posición similar a la chilena. Es entonces cuando se da el llamado “caracazo”, una revuelta social que fue controlada desde el gobierno con los militares. Sin duda la crisis económica e institucional fueron determinantes, pero luego se ha conocido que la mano de los Castro estuvo detrás de todo ello. Durante este gobierno de CAP se aplicaron políticas descentralizadoras y, entre otras medidas, se decretó la liberación de los precios. Por muchos es conocido que también este gobierno, en 1992, sufrió dos golpes de Estado, en los meses de febrero y noviembre. El primero de ellos liderado por varios militares, entre los que se encontraba Hugo Chávez, quien al constatar el fracaso se esconde en el museo militar, donde es apresado y posteriormente sobreseído por Rafael Caldera en su segundo mandato. En la memoria del venezolano sigue viva la imagen del Chávez esposado, pronunciando un breve discurso ante las cámaras de los medios, quienes le ofrecieron en bandeja de plata su promoción y propaganda en la ruta a la presidencia de la República, que alcanza, finalmente, en diciembre de 1998. Antes de esto, ya había pactado con Fidel Castro, en 1994, la entrega de Venezuela al régimen genocida. Alcanza el poder por vías democráticas, para desmontar el Estado y establecer el comunismo a lo largo y ancho del país.

Chávez llega con un discurso distinto, de cambio, que rompía con ese bipartidismo y al que iba a llegar con los mejores para retomar la senda de la productividad, sin olvidar las políticas sociales, alejándose del liberalismo que supusieron los últimos años de CAP. Nos dejamos, como pueblo, envolver por un encantador de serpientes, que daba respuesta a lo que deseábamos escuchar. Y quienes nos opusimos a ello, quienes advertimos de lo que iba a ocurrir si ese monstruo alcanzaba el poder, fuimos tratados de ignorantes. Progresivamente la población fue dividida, se sembró un profundo odio como forma de vida y el miedo y la represión como gobierno. Entre las primeras medidas de Hugo Chávez como presidente estuvo la constituyente, crear una constitución que le permitiera implementar sus políticas, cambiar institutos, nombres y, quizás el más importante y determinante fue el del poder judicial. Con esta constitución se crea un nuevo poder, el electoral, con el cual desde entonces se han organizado todas las elecciones, manejadas y manipuladas descaradamente bajo la sempiterna dirección del castrocomunismo. Se conoce que Chávez perdió el referéndum revocatorio avalado por Monedero y el Centro Carter, y las elecciones posteriores, incluyendo la de Nicolás Maduro, quien llegó al poder para rematar la faena.
Actualmente, a la invasión cubana se han sumado los chinos, iraníes y rusos. El país se sigue vendiendo a pedacitos, mientras las arcas particulares de los dictadores se continúan llenando en paraísos fiscales. Entretanto siguen los muertos, la inseguridad, la violencia y los tiros; ese sonido sordo es la música que prima en todas partes, que no respeta a nada ni a nadie. No hay medicinas, los alimentos llegan a ráfagas, y las personas van a todas partes para buscar ese oro en forma de papel higiénico, aceite, arroz, café, azúcar, champú, jabón… solo uno por persona, solo dos botellas por persona. Sí, es una guerra, cruenta, cruel, sanguinaria, opresora… la misma receta comunista aplicada desde siempre. Lo cuento, lo narro a mi entorno, y aún hoy las caras de incredulidad de que todo esto ocurra y de que nada se diga, nada se pregone al mundo, en pleno siglo XXI, no hace más que confirmar el asco que me produce ese silencio cómplice sobre un genocidio en todos los sentidos. 

Pulicado en https://ataraxiamagazine.com/2018/12/01/venezuela-un-pais-en-la-memoria/