sábado, 4 de octubre de 2014

"Salud" en Venezuela: un sistema sin oxígeno.


En ocasiones me intento explicar en silencio el porqué de la situación actual sanitaria en Venezuela. Ese país al que Monedero e Iglesias, en teoría, han asesorado por largos años justamente en el área de la Seguridad Social.

Recurro a los artículos científicos, médicos-sanitarios, de epidemiología… ¿Saben qué? No me sirven de nada, porque el régimen de lo absurdo se ha instalado en mi país por quince largos años. Realmente, busco palabras para explicar todo lo ocurrido… y es tan complejo, que se podría reducir a solo una sola: DESTRUCCIÓN.

Y es que ir por los centro de salud en esta Venezuela, la del socialismo del siglo XXI, la revolución bonita, es como ir a “pasear” por un vertedero. Donde la total ausencia de insumos hace que el personal de salud tenga mucho más que las manos atadas, se llene de frustración, no pueda controlar la enfermedad de sus pacientes, y a su vez, este mismo hecho, ante la ola de violencia que vive el país, pueda ser una causa de amenaza y/o muerte. Debo recordar, es el mundo de lo absurdo.

Busco en la historia, aquella narrada por mi abuelo, cuando intervenía en campañas del antiguo Ministerio de Obras Públicas y el Ministerio de Sanidad, cuando se empezaba a instaurar un sistema de prevención en el país. Reviso la historia del siglo XX, cuando Venezuela pasó de ser un país rural a ser ese cosmopolita, que atrajo a tantos para labrarse un porvenir. Y encuentro nombres, obras, hechos… quiero destacar cómo se instauró una infraestructura sobre la cual se basaba el sistema de salud, los ambulatorios y los Hospitales tipo I, al alcance de la población para los servicios básicos, hablamos de medicina interna, pediatría, ginecobstetricia y cirugía. De ello queda el recuerdo de lo que fue. Si bien, existen, han sido sustituidos, usurpados por esa terrible “Misión Barrio Adentro”, a través de la cual nuestro personal de salud, nuestros excelentes médicos, fueron apartados para “poner” unos advenedizos del sistema cubano. Todo ha seguido una ruta fijada por los Castro. No, muchos no son médicos, en el mejor de los casos personal paramédico… realmente están en Venezuela para adoctrinar al pueblo, ojo, no al ciudadano. Eso han hecho por 15 largos años… y lo que falta.

Estoy consciente que durante los años 70s a los 90s, ese sistema de salud, que sirvió de modelo a otras tantas naciones, no fue fortalecido. Aun así, cuando se presentaba una enfermedad crónica, de larga data, o se requerían servicios de especialización como neonatología, se recurría al hospital público. Eso es historia, realmente ocurrió, pero nadie la recuerda… porque todo, a todo nivel, ha sido substituida por la mentira de un régimen genocida en todos los sentidos.

La destrucción de un sistema productivo ha afectado directamente al sistema de salud, quien ahora depende de las dádivas de régimen, que dé los “permisos de importación” para todo cuanto requiere, con su dinero, no con el de esta dictadura.
Además de ello, y para agravar la situación, no existen datos reales epidemiológicos desde hace años, porque esta dictadura determinó que no eran necesarios. No se sabe la morbilidad ni mortalidad por enfermedad. No existe prevención, no hay medicamentos básicos, ni especializados, y también incluye vacunas. No, en Venezuela no hay ni paracetamol, y qué decir de las medicinas de enfermedades crónicas u oncológicas… No existe educación sanitaria dirigida al pueblo. La alimentación es cada vez de peor calidad. Es todo un complejo gigantesco, un puzzle donde el ciudadano siempre ha llevado las de perder.

En la actualidad, lo que queda de aquel sistema referido antes, es un esqueleto de hospitales y un personal que trabaja con una mística que ya le quisieran tener en cualquier centro de salud del mundo. Lo he visto, soy testigo de ello: cuántos se sacan el dinero del bolsillo para que sus pacientes busquen un medicamento, cuántos con dos o tres especializaciones trabajan por un sueldo de miseria en los hospitales públicos, cuántos hacen labores “ad honorem” para brindar la oportunidad de salud y bienestar a sus pacientes… son muchos, no crean que no. 
Pero el régimen les silencia.

Quiero dedicar esta entrada a todos ellos, quienes ahora trabajan sin insumos, no exagero, sin jeringas, sin bisturí. En un sistema “sin oxígeno”. Ellos son un oasis en este desierto, en un país enorme escondido en la miseria.

Quiero gritar al mundo mi admiración por cada uno de ellos, mi reconocimiento a ese personal que persiste e insiste en ir contracorriente, que sale a medianoche entre la inseguridad que reina en las calles. Quiero decirles cuánto les admiro. En particular a mi hermana: la mejor médico, pediatra y neonatólogo que he conocido. Mi flaca, ésta va por ti.