martes, 12 de julio de 2016

La frontera pilla lejos, la libertad también


La situación actual de Venezuela ha sido noticia, tristemente, en diferentes partes del mundo. Hugo Chávez y sus políticas acabaron con las empresas y un sistema productivo que era capaz de cubrir en gran medida, la demanda del mercado venezolana. Han confiscado empresas grandes, medianas y pequeñas, no han expropiado porque jamás los dueños han recibido pago alguno. Bueno, sí, con el exilio, persecución o cárcel.

Mientras el petróleo mantenía precios por encima de $100 el barril, la “revolución CastroChavista” financiaba y silenciaba la ruina de un país. Actualmente, con los precios por debajo de $30/barril y el enriquecimiento de los nuevos “boliburgueses” a costa del erario público, la miseria ha pasado a ser una vecina más, conjuntamente con la violencia que ciega la vida de más de 28,000 venezolanos al año.
Son muchos los venezolanos que despiertan a sus hijos para la hora del almuerzo, pues no tienen con qué darles el desayuno. Los hospitales no tienen guantes, jeringas, medicamentos, insumos mínimos para manejos de urgencias en ninguna de las especialidades, y ya ni es noticia que los comedores hospitalarios estén sin comida. Es un reflejo más del día a día, de esos anaqueles cuyas imágenes están en los periódicos y redes sociales.

Hace 11 meses, las casas de los colombianos en la frontera de Venezuela eran pintadas con una R o una D en rojo, una especie de vergonzoso "estigma". Una situación jamás vivida por ninguna de las dos naciones en sus casi 200 años de convivencia republicana, fueron deportados de la nación que un día les acogió, entre acusaciones ilógicas de un desgobierno que intentaba culpar a otros de su irresponsabilidad y una crisis humanitaria en todos los sentidos.

Las imágenes de los colombianos pasando el río con enseres a mano, niños del brazo llegaban al alma. Luego de eso, en un hecho sin precedentes la frontera fue cerrada durante 11 meses. La vida en la frontera dista mucho de los que piensa el venezolano o el colombiano común de las ciudades y más aún, de las capitales, tan alejadas en la mayoría de los casos de la realidad/país. Es una vida diferente, de intercambio, de movimiento, de convivencia. Todo ello ha sido cambiado, y luego bloqueado por casi un año a la órden de un dictador, una marioneta de la Isla de la felicidad. 

Durante el día de ayer y hoy, los Puentes Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander han sido testigos silentes del paso de más de 60,000 personas que se dirigieron a comprar en Cúcuta, la capital del Norte de Santander. Doce horas de cada día miles de venezolanos han comprado alimentos, insumos, medicamentos, lo poco que alcanzaban sus ahorros en pesos o al cambio. Horas en las que les dieron "libertad condicional" a parte de un pueblo hambriento, en el sentido estricto de la palabra.


¿Pero qué hay detrás de todo esto? Recordemos que hace pocos días unas 500 madres desesperadas cruzaron el Puente Simón Bolívar reclamando comida. Vielma Mora, gobernador del fronterizo Estado Táchira, no dudó en arremeter contra ellas. La noticia en pocos minutos llegaba a diferentes partes del planeta. Mientras se daban a conocer las imágenes de seminaristas, niños menores de edad que fueron desnudados en Mérida por "colectivos armados", esos que son protegidos por la misma guardia nacional que agrede a quien se atreva a protestar.

Desde el domingo unos 35,000 venezolanos/día de una población que alcanza los 35,000,000 han ido a buscar lo más necesario, unos rollos de papel sanitario, un bote de aceite, unas medicinas... pero, ¿cuántos días podrán durarles esos insumos? ¿de cuánto dinero pueden disponer ganando en un bolívar cada vez más débil? 
Y, ¿qué pasa con el venezolano que vive en Barquisimeto, en Coro, en Maturín, en El Tigre o en Ciudad Bolívar? ¿Cómo llegan a la frontera colombo-venezolana entre el Norte de Santander y el Táchira? La frontera les pilla lejos, la libertad también. 

Entretanto, el pueblo colombiano ha brindado su mano a unos venezolanos en medio de la zozobra, el hambre, la angustia. Una ciudadanía que no ha encontrado respuesta a sus necesidades en ninguna de las autoridades actuales, ni siquiera la Asamblea Nacional, desde diciembre en manos de una oposición que pareciera tener unos grilletes mayores que los de la población. 

Pero no puedo evitar pensar al ver las imágenes y que es un mendrugo de pan al hambriento, uno que lleva la cárcel en el alma, y sabe que debe volver a ella. 

Pareciera que el régimen Castro-Chavista va permitiendo al contrario, en este caso el pueblo, mover sus fichas, que coja confianza, mientras rodea un tablero de ajedrez que se maneja a control remoto desde La Habana. 
Luego vendrá otra jugada más, y para ella debemos estar preparados. Después de 17 años, sería un pecado que nos tomen por sorpresa. 

Pareciera todo parte de un larguísimo epílogo, de una revolución que ha llevado a la ruina a un "país rico"...en tan sólo 17 años. 


1 comentario:

  1. Lo peor son las ratas que desde la "madre Patria" nos dicen que "todo es normal", "que en Venezuela no pasa nada" y que los que denuncian son "lacayos de la burguesía internacional y del PP". Eso sí, no los veo coger ningún avión en dirección a Caracas para vivir como venezolanos de a pie, para "sufrir con el pueblo". Eso no es para ellos.

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