Vivimos a un ritmo frenético el
día a día. Estamos imbuidos en nuestra vida cotidiana que va desde el trabajo a
la casa, pasando por lo que nos acontece en ese entorno cercano, local y
nacional. He de confesar, como antes me habréis leído, que el mío cruza el
Atlántico y viaja a mi Caribe natal.
Estos días creo que viajamos entre encuestas.
Y muy seguramente según nuestras querencias y cercanías, nos gustarán más unas
que otras. Más aquellas cercanas a Enero o éstas próximas a las elecciones
generales del 20 de diciembre, cuando estaremos entre “belenes”, si los
izquierdistas de vino y caviar lo permiten, turrones y en mi caso, hallacas y
pan de jamón. Pero pendientes de un período sin duda, histórico para muchos.
Probablemente, de todas las
fechas y acontecimientos políticos que he vivido en estos casi 11 años en la
península, éste siento que es el que nos podría marcar más de cara al futuro,
inmediato y a largo plazo. Y es que lo que se decide es mucho.
Ciertamente estamos llenos de
errores del pasado, lo que nos marca. La corrupción a todos los niveles llega a
asquearnos, pero en cierta forma nos ha puesto de cara a la política, que
habíamos, y me incluyo, dejado a unos señores que han “olvidado
convenientemente” que son nuestros empleados. Y eso, desde el presidente del
Gobierno hacia abajo. Los elegimos como administradores del Estado, que es de
todos y cada uno de nosotros. Donde las leyes son las que marcan la pauta a
seguir. Pero hasta eso nos hemos saltado.
Creo que no deja de
sorprendernos, y pienso que por fortuna no perdemos esa capacidad, ante no solo
la corrupción sino la impunidad con que ella ocurre. Y es que en la hermosa
región donde vivo, Cataluña, cada día las páginas de diarios y redes sociales
están plenas de acontecimientos cuyas cifras superan nuestra imaginación. Pero
lo más grotescamente asombroso, es que con todo ello, sigan en la calle los
autores de semejantes hechos, desfalcos, cobros, comisiones y un larguísimo
etcétera. Paralelamente y con una tranquilidad pasmosa el “Govern” se declare
insolvente para afrontar la deuda con las farmacias, mientras han usado el
dinero (y a manos llenas) en promover la secesión (que no independencia),
insistiendo vehementemente como los seguidores de esas sectas religiosas que
“Espanya ens roba”. Con sus “telas” amarillas y estrelladas, con un “prusés”
que le recuerdo, pagamos todos, sí Usted que me lee lejos de mi casa y de esta
servidora, estemos o no de acuerdo con él, y que ambos estemos conscientes que
el delito de “sedición” existe, porque sí, que van contra la ley, pero nada
pasa.
Cataluña sin duda es una muestra
más de todo cuanto ha ocurrido en España durante los últimos 30 años de
democracia. Pero no es la única región donde la impunidad es la regla. Sino,
pueden buscar los diferentes artículos que publican un día sí, y otro también,
mis compañeros de este blog-diario-digital, sobre Andalucía. Y no tengo atisbo
de duda que todo ello será decisivo en esta nueva contienda electoral.
Si bien lo que llena los diarios
toca temas variopintos, que van desde la pre-campaña hasta los probables pactos
que pudieran sucederse luego del 20D, nadie pone en tela de juicio que su voto
pueda ser “usado” de forma fraudulenta. En España nadie duda que la votación es
fiable. Que incluso el voto por correo es absolutamente respetado.
Entretanto, las discusiones entre
los venezolanos en mi país giran en torno a la participación o no en las
próximas elecciones del 6D, cuando se eligen los nuevos representantes a la
Asamblea Nacional, antiguo Congreso de la República, otrora de Venezuela, y
desde la constitución de 2002 con el “primer nombre” de Bolivariana. Que no
hace tanto nos cambiaron el nombre, si lo pensamos bien. Muchos son los que
llaman a que la votación sea masiva, a fin de garantizar el menor porcentaje de
fraude, sí sí, como lo lee, fraude. Porque Usted verá, el árbitro, llamado
Consejo Nacional Electoral (CNE), imparcial, lo que se dice “imparcial”, poco.
A decir verdad, nada. Y ahora que lo pienso quizás su nombre sea otro y tenga
algo como “Popular” en medio, como casi todo en el país de lo posible.
La historia es corta, pero
difícil de entender para quien no está acostumbrado a estos “teleles”. Todos
los poderes en la Venezuela chavista son nombrados por el gobierno, desde el
Fiscal de la República, el Defensor del Pueblo (o del puesto), hasta los jueces
del Tribunal Supremo, incluyendo sin duda alguna, los “rectores” del CNE. Para
más inri, las elecciones son casi en su totalidad vía digital, a través de una
pantalla con un software manejado también por el CNE. Así pues la oposición,
quien va cada día más desunida, tiene en primer lugar que convencer a un
electorado que no cree en unas votaciones limpias ni en ellos mismos, que
participen. Aparte de pedir el voto por cada candidato. Porque no sé si muchos
recuerdan que existe un cable submarino que se instaló para contactar a Cuba y
Venezuela, lo que luego se hizo vía satélite, con lo cual, no pongo en duda que
mucho de lo que allí se decida se haga también por “otras vías”, como se ha
hecho antes. Vamos, que lo tienen crudo, y mucho. Ojo, y que no se dude que
habrá, como siempre, veedores internacionales, que hemos tenido invitados a
diversos personajes, como a Juan Carlos Monedero, el mismo de los 9 millones de
euros, y a Gaspar Llamazares, quien decía que había que apoyar al régimen de
Hugo Chávez para el referéndum revocatorio de 2004.
Mientras en España nos asombran
los hechos de corrupción, la impunidad, los programas electorales posibles o
imposibles, si existen o no. En mi país intentan convencer un electorado que
debe pasar horas en colas, literalmente llueva, truena o relampaguee, según el
día de la semana y de acuerdo a su documento de identidad para poder adquirir
productos de primera necesidad, tanto alimenticios como medicamentos, si es que
los hay, con una inflación que ya se ha instalado, aunque Usted no lo crea, en
los tres dígitos, cosas de la revolución bonita…
Si hemos tenidos meses previos
algo moviditos, los días que vienen creo que estaremos en medio de un tsunami.
Así que señores, como dicen en mi tierra: ¡A ponerse las alpargatas que lo que
viene es joropo!
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