Estos días han estado llenas de emociones, algunas
contenidas en esta Cataluña convulsa. Hemos tenido una campaña electoral distinta
a todas, y a la vez, con la esperanza que algo cambiara.
Muchos pedimos, no, exigimos el cumplimiento de la Ley.
Insistíamos por diversas vías la aplicación del artículo 155 de la constitución
a un Gobierno lejano, un sentimiento que se ha constatado con un 155 blando,
que apenas ha afectado la vida en una Cataluña dominada por el nacionalismo más
rancio, más xenófobo, sembrador de odio y división y con pretensiones
separatistas a cara descubierta. Un Gobierno que ha mantenido a Ester Artadi
como Coordinadora Interdepartamental de la Generalidad de Cataluña, y a su vez,
ha sido la jefa de Campaña del “Junts per
Catalunya”, con Puigdemont, un prófugo de la justicia como líder. Sin duda,
algo no han hecho bien Santamaría y Rajoy…
Aún recordamos las imágenes del 1 de octubre, cuando las
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado enfrentaban a hordas enfurecidas, quienes
infringían las leyes, les agredían y a su vez, se victimizaban ante los medios de
comunicación del mundo. El uso de una propaganda al mejor estilo fascista que
les ha ido dando resultado… pero no en todo, no a todos. Otra vez, muchos de
nosotros veíamos a avergonzados cómo, otra vez, se desarrollaba un tinglado de “referéndum”
ilegal, lo que habíamos advertido, que habíamos pedido, no, de nuevo, habíamos exigido
que no ocurriera. De nuevo las imágenes del 1 de octubre y de aquel 9 de
noviembre se mezclaban en nuestras mentes, y se repetía lo que habíamos
advertido.
Las consecuencias de todo ello lo vivimos ahora. Son años de
adoctrinamiento, de tres generaciones manipuladas por la propaganda, por el uso
de la “llengua” para formar una masa
adocenada y manipulable para los intereses de quienes manejan el “prusés” creado para controlar en todos
los ámbitos a la sociedad catalana, y extenderse como un cáncer metastásico a
otras regiones.
Sí, hemos sido pocos los que hemos enfrentado a las
instituciones, quienes hemos pedido por escrito el cumplimiento de las sentencias
del Tribunal Constitucional ante una Generalidad a quien poco le ha importado
saltarse las leyes y enfrentarse a un Gobierno Español manejado por cobardes,
pusilánimes, que no han defendido al Estado, a España.
Sin embargo, paralelamente, sé que vivimos una etapa
histórica. Hemos tenido días hermosos, ver a niños, jóvenes y adultos caminar
por Barcelona con su Rojigualda ha sido un hecho histórico y emotivo. Les he
visto en tropel ocupar los vagones del tren para ir a Barcelona a las
manifestaciones por España, por una Cataluña que reclaman con justo derecho
como suya y no de unos nacionalistas que se han apropiado de todo. He escuchado
a jóvenes que no llegan a los 30 años decir en la calle y en el trabajo que
votaban a Ciudadanos con absoluta normalidad, sin complejo alguno, decididos y
esperanzados en un cambio para esta sociedad enferma. Escuchar “Yo soy español” en las calles de
Cataluña es música a nuestros oídos hartos del “prusés”, como el resto de España. Así que definitivamente algo está
cambiando.
Sé que queda mucho por hacer, pues hay una Cataluña profunda
que lleva años desconectada años con España, con su país, a quien el Estado ha
abandonado y a quienes han hecho creer que su “nació” existe.
No olvido las palabras de los 3 policías a quienes recogí una noche en plena ronda litoral para llevarles de una salida a otra, poco antes del 1 de octubre: estamos para que se cumpla la ley, no tenga duda, Cataluña es y seguirá siendo España.
Sépanlo, NO nos vamos a callar, seguiremos aquí, dando la
pelea, en plena zona comanche, con las Rojigualdas orgullosamente como
Bandera...
Porque "imposible es solo una opinión".
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