viernes, 6 de diciembre de 2013

Releyendo la Constitución de España

Decidí estos días leer la Constitución como ejercicio democrático. Lo he hecho previamente, desde que llegué a esta, mi segunda tierra, mi país adoptivo. Le leo por tercera vez, y en esta ocasión he revisado artículos concretos. Como cada libro que “cae” en mis manos, acostumbro a leer el prólogo y las diferentes notas previas al texto, con lo cual también me he detenido en el Preámbulo, y este en particular vale la pena releerle, dice textualmente “La Nación española, deseando establecer la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran, en uso de su soberanía”. Paralelamente, recuerdo la definición de la RAE sobre Constitución, “Ley fundamental de un Estado que define el régimen básico de los derechos y libertades de los ciudadanos y los poderes e instituciones de la organización política”.
Me queda claro que el Preámbulo busca explicar las razones de una Constitución hecha en Justicia, Libertad, Seguridad, Bien de cuantos integran la nación, Soberanía. No puedo evitar revisarles a su vez recordando los hechos ocurridos en estos últimos años.
La Carta Magna fue redactada en un momento en el que España salía de un largo período dictatorial, para encausarse, o al menos eso es lo que se planteó en su momento, en una democracia. Se mencionan varios términos en los que vale la pena detenerse:
Hablamos de Justicia, cuando se suceden hechos de corrupción que afectan a partidos e instituciones, donde lo que vale es cuanto poder que se llega a tener o el dinero de las cuentas bancarias; cuando nos sentimos desamparados ante un Estado que protege a asesinos, terroristas, violadores… un Estado que no nos trata a todos por igual, cuando se tiene un título nobiliario que nos hace “diferentes”. Esta Justicia, que si uno de sus miembros actúa bien, debe hacerlo solo y sabiendo que cada paso va a ser medido, revisado y a su vez juzgado por un sector de la sociedad y del mismo Estado.
Seguidamente está a la palabra Libertad, y si, pareciera que disfrutáramos de ella. Podemos hablar, dialogar, dar nuestras opiniones y sabemos que no se nos prohíbe; más si nos comparamos con regímenes donde cualquiera de estos actos, o incluso pensar puede costarte la muerte o en mejores casos la cárcel. Pero qué casualidad, en estos últimos días, la Generalitat de Cataluña ha creado un organismo con fondos del Estado, es decir, de los contribuyentes, nuestros, que quiere o pretende controlar lo que se dice, todo aquello que esté en contra del denominado “derecho a decidir” o inmersión lingüística, o la aberración idiomática “discriminación en positivo”, todo lo que vaya en contra de la secesión/independencia/nacionalismo, e incluso penalizarnos por ello. Lo peor, es que todo ocurre en medio de una profunda crisis, cuando hay una parte importante de la sociedad en paro, sin trabajo, y bajo la tibia mirada del Gobierno Nacional, o más bien su inacción.
Seguridad, siguiente palabra. Cómo olvidar que la Doctrina Parot, con todos sus bemoles acaba de ser abolida. No por el Tribunal de Estrasburgo, si consideramos lo que refieren diferentes abogados, no es vinculante, pero sí lo es la Audiencia Nacional. Quien con un retraso en cientos de casos ha resuelto dejar en libertad a asesinos, terroristas, violadores sin considerar la “seguridad” y los Derechos Humanos del resto de la sociedad, si, de las más de 45 millones de personas que vivimos en esta nación. Seguridad, con una policía catalana que a la vista de los acontecimientos recientes está en la mente de cada uno de nosotros, ¿cumple sus funciones en la “Seguridad ciudadana”, o no?... da mucho que pensar y analizar.
Luego retumba en mi mente, porque no puede más que hacerlo, la palabra Bien de los ciudadanos que integran España. Últimamente este “deber” de buscar el Bien de los ciudadanos queda grande a muchos que son servidores públicos, que distan de serlo, pero si de buscar sus propios bienes y beneficios. La palabra Bien le queda grande a un Estado que en lugar de plantearse qué necesita su población antes de instaurar unas medidas que le ahogan, cumple con los preceptos dictados por organismos internacionales. Creo que hemos de recordar los Derechos Humanos, estos que fueron firmados en 1948, que están en relación directa con la palabra Bien. ¿Se están cumpliendo?, si no es así, ¿A qué esperamos para reclamarles?
Por último, y no menos importante se menciona Soberanía, si recordamos la definición de la RAE, “…reside en el pueblo y se ejerce por medio de sus órganos constitucionales representativos”. En estos últimos meses, de manera constante este principio ha sido pisoteado, y quizás lo más grave, es que las instituciones quienes tienen la responsabilidad de protegerle, resguardarle, parecieran paralizadas en bloques de hielo, como aquellas estatuas de sal que menciona la Biblia, solo que esta vez ni siquiera sabemos hacia donde dirigen su mirada. La Soberanía sobre un territorio que por una minoría quiere ser fragmentado. La Soberanía no se discute, es, existe, se ejerce. Eso, debemos recordarlo.
Estoy segura que queda mucho por discutir, hay mucho más en el tintero sobre una constitución que nos podría lucir lejana en el tiempo y de cara a las necesidades actuales. Para ello, hay países que han introducido cambios en sus constituciones a través de enmiendas, otros directamente han hecho constituyentes para crear una nueva. Valdría la pena sopesar los pro y los contras de cada acción. En todo caso, con esta, que hoy alcanza 35 años de haber sido promulgada, estamos incumpliéndole, y desde su preámbulo.
Ante todo esto, ¿Permaneceremos impasibles, nos mantendremos inmutables?
¿Dejaremos que otros decidan por nuestros derechos?, creo que es hora de la ciudadanía activa, y esto desde hace tiempo, desde hace años.




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