Quiero
pensar que mi país es “ese” que se hace presente en el Hospital Gregorio
Marañón en Madrid, donde está una madre con sus hijitas, una
de ellas, de 9 años con unos ojos que enamoran de nombre Stephanie, quien a
pesar de estar enferma de Leucemia y llevar un “traje de hospital” mantiene
intacta su hermosa sonrisa. Su madre, Dayana me dijo que había encontrado “ese
país que éramos” en tantos venezolanos que le han contactado personalmente, por
teléfono o las redes sociales. Después de varios días de noticias terribles, sin
poder imaginar siquiera lo que ha de ser tener un hijo con Leucemia, sentir la
calma de Dayana y el agradecimiento a Dios y la vida, es sin duda un pedacito
de oasis.
Hoy
mientras hablaba con mi madre, mi hermana me comentaba que un padre quien tiene
a su hijo en el Hospital
Pediátrico en Barquisimeto, lleva insumos para los demás niños. También me
mencionó un chico que ha creado una fundación en la misma ciudad que “busca la
interacción y protección de la naturaleza”, a través del senderismo, a
Alejandro Blanchard le encuentro en su web
y las redes sociales con una luz en
la mirada donde descubro “ese” país que pierdo tantos días. Seguramente estamos
llenos de estas historias. Tengo la certeza que mi Venezuela existe tras las
fotos de mi querida Maracay que me envía hoy mi hermana mayor, para recordar la
ciudad donde viví tantos años, donde nació mi hijo…veo a “su equilibrista”, una
“estatua aérea” que cuelga sobre un cable como si retara la vida, distingo en
las imágenes el vendedor de jugo de caña, los árboles verdes de una “ciudad jardín”
que se mantiene bajo la atenta mirada del Parque
Nacional Henri Pittier.
Tener
que ir a un buscador con las palabras “buenas noticias” y “Venezuela”, y apenas
conseguir algo, es lo que podríamos esperar de estos más de 17 años de
dictadura, llena de una represión infinita. Ciertamente mi Venezuela está
desdibujada, perdida entre tanta violencia, las muertes pasan a ser números de
una estadística fatídica, sin lugar a dudas mi patria vive sus horas más aciagas.
Pero a pesar de ello sé que Venezuela está llena de personas anónimas que
trabajan día a día por ese país en el que creen. Hoy me descubro pensando en
los míos quienes para mí son el mejor ejemplo de lucha constante, de ese país
en contrasentido. Debo recordarlos porque vale la pena hacerlo, debo mencionarlos
porque su labor es importante, a pesar de tanto, sus historias han de ser
contadas porque forman parte de lo que hemos sido, somos y seremos.
Cierro
los ojos y recuerdo hace unos años a mi hermana menor recortando, en horas de
la noche, “cartulinas” con las siglas ROP, ante mi pregunta para qué eran, me
contaba sobre la labor de varios médicos neonatólogos como ella, más otros
especialistas como oftalmólogos, cirujanos, enfermeras, quienes estaban en el Programa
Nacional de Prevención de Ceguera Infantil por Retinopatía de la Prematuridad,
al que “le ganaron” en 2007. El programa ROP nace bajo la iniciativa del Dr. Pedro
Mattar Neri en 2005 y actualmente está en diferentes hospitales de 10 estados
de Venezuela. Herme,
como le decimos en casa mi hermana menor, recuerdo salía tempranísmo, antes
de las 6:30 de la mañana para llegar al Servicio de Neonatología, del que ahora
es Jefe, a fin de colocar aquellas cartulinas “ROP” en las incubadoras de bebés
prematuros, debían estar identificados para ser valorados una vez a la semana, también
me nombraba los oftalmólogos que revisaban los “prematuritos”, y de las
operaciones que se llevaban a cabo en diferentes partes del país. Una labor que
han venido desarrollando ininterrumpidamente y ad honorem, con una gran
mística, amor por lo que hacen, pero sobretodo, por esos seres pequeñitos quienes
gracias a ellos pueden “ver”, el diagnóstico y tratamiento de la retinopatía
del prematuro a tiempo previene una ceguera, que sin el trabajo de esos
profesionales, sería más que segura.
Muy
probablemente, la labor de quienes están en el Programa de ROP ha sido
reconocida por diferentes medios, por profesionales de distintos ámbitos, por
los padres de esos niños, pero muy especialmente por ellos. Siempre llevo conmigo la feliz y bella imagen de mi
hermana junto a ese chiquitito que, si no mal recuerdo (ella fijo me corregirá),
fue el primero en ingresar con menos de 1kg de peso al Servicio, gracias a su
insistencia. Actualmente Jorge Andrés lleva
gafas (lentes), y hace cinco años (creería que ahora rondará los 10), recitaba
el Salmo 23 junto a sus papis en una entrevista que les hicieron en una radio
de la ciudad, "El Señor es mi Pastor, nada me falta".
Flaca: gracias por recordarme hoy que "ese" país sí que existe.
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