Quizás los hechos que nos suceden en los últimos días nos abruman, nos emocionan, nos llenan de ira, rabia, llanto, impotencia. Lo digo desde una posición extraña, pues lo que ocurre pudiera ser ajeno a mí. Más sin embargo, cuando hay pérdida, dolor, ese vacío que queda en familias truncadas por la violencia, sin explicación alguna, se siente un nexo, un lazo que pudieras no entenderse, pero existe.
Tal vez no puedo ser ajena porque mi país natal, Venezuela ha tenido un convenio con España, el cual fue firmado bajo la presidencia de Carlos Andrés Pérez y Felipe González respectivamente, quienes a su vez fueron grandes amigos, pues éste último se formó políticamente en gran medida bajo la protección y tutoría del primero. Bajo este convenio una serie de Etarras fueron llevados a Venezuela empleando un término que nos resultó extraño para los venezolanos, llegaron en calidad de “deportados”, y actualmente poseen la doble nacionalidad. A su vez, mucho se ha “especulado” sobre la relación entre la FARC y ETA, con el régimen de Hugo Chávez y también el actual. Es por ello que el tema no me es extraño, me llega de cerca.
Venezuela está viviendo una ola de violencia que arroja la cifra espantosa de más de 10 mil muertes al año por esta causa. Actualmente el desabastecimiento, luego de acabar con el sistema productivo y la seguridad alimentaria del país, es lo que prima.
En este momento siento que mis realidades se mezclan, se unen de alguna manera. Estrasburgo, el Tribunal de los DDHH, la violación de estos derechos para con las víctimas de ETA, favorecer a los victimarios quizás sea el punto de inflexión, esto que desgraciadamente nos une.
Siempre tengo a mano la Declaración Universal de Derechos Humanos firmada el 10 de diciembre de 1948. Creo que hoy es más pertinente que nunca. Vale la pena releerle. La declaración, previamente a mencionar cada uno de los 30 artículos, tiene una serie de considerandos, el primero, llama la atención por su contenido “Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”, además de ello, el artículo 3 menciona literalmente la “Todo individuo tiene derecho a la seguridad de su persona”. Entonces viene la pregunta, ¿cómo podrá el gobierno como garante de estos derechos responder ante la seguridad de los habitantes de España?
La sociedad no puede ni debe dejarse dividir entre quienes están o no a favor de las víctimas, quienes han muerto de forma violenta y sus seres queridos que viven el día a día sin su presencia. No podemos permitir que nos dividan entre buenos y malos porque no lo somos, formamos parte de una sociedad con deberes y derechos. Cualquiera de nosotros puede estar en los zapatos de las víctimas en algún momento de su vida, ahora me pregunto, ¿estamos dispuestos a ello?
Me permito dejarles el link a la página de la ONU donde pueden
releer los DDHH, cada uno de sus 30 artículos y las consideraciones previas.
http://www.un.org/es/documents/udhr/
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