Esto de "vivir" dos realidades paralelas, tan disimiles en
muchas ocasiones pudiera llevar a condiciones extremas. Creo que eso vivo en mi
día a día, pero sin llegar a "esas" condiciones. Solo que a veces la tristeza me
llega hondo o la alegría me supera.
Mi Venezuela , aquella en la que nací, crecí, estudié,
aprendí a amar y donde los principios y valores eran lo más importante que se
podía tener …esa no existe, la tenemos extraviada en algún rincón, alguna
rendija quizás perdida en el tiempo, en uno que no lleva reloj ni calendario. Allí
está, marginada y sola. Ojalá que como el ave fénix pronto renazca,
recordando su pasado, su historia enorme que parió hombres y mujeres que le hicieron
grande. Ahora vive un presente aciago, y sé que tomará años recobrar una mínima
parte de lo que fue un país acostumbrado a recibir inmigrantes, un país
moderno, hermoso no solo por sus paisajes que van de costas caribeñas a
montañas de nieves eternas, llanos donde se pierde la vista a selvas con
Tepuyes que emocionan a propios y extraños. Venezuela ha sido un país increíblemente
hermoso por su gente, pero esa que recuerdo apenas se nota.
Mi otra realidad, “mi” otro país, es éste, el escogido, alguien
me dijo una vez que cuando se escoge otra nación como propia es un amor
distinto, diferente, pero extremadamente fuerte, nos llena el alma porque le “hacemos”
nuestro, lo “escogemos”. Y cuanta sabiduría en aquellas palabras.
Mi otro país es España, donde vivo hace casi 9
años, donde convivo, he sido adoptada y estoy adaptada. En una Cataluña plural,
que he conocido bilingüe y donde por respeto a lo que es y sus costumbres no he
tenido problema en aprender su idioma, con la riqueza que ello implica. Soy
de las que cree que el conocimiento no ocupa espacio, y que los idiomas acercan
y nunca dividen.
Creo o al menos eso percibo, que estos últimos cinco años
esta España ha cambiado, y lo ha hecho a una velocidad vertiginosa. La politiquería reina,
esa, la barata, la que tiene precio y se vende al mejor postor. La que no le
importa su tierra sino su bolsillo.
Y es que no se podría comparar esta realidad con mi “país
bizarro”, mi Venezuela, esa que se me perdió en algún lugar. No, esta España la
sé distinta, está luchando, en cada hogar, en muchas esquinas, en las miradas
de quienes sueñan con un país diferente. Donde el “estado de derecho” es igual a
la justicia, y no exactamente el imperio de la ley, porque las leyes están
hechas por los hombres y mujeres, en muchas ocasiones para que calcen a sus
intereses, o le interpretan según sea.
Siento que algo surge, y esta percepción la tengo quizás en
mi estado de "optimismo por defecto o de esperanza continua", o tal vez porque lo
vivo, lo veo en la gente, esta gente linda, llena de ganas de un país
bonito, su país. Creo que es la hora de la ciudadanía activa, organizada,
para lo cual requiere urgentemente conocer a fondo lo que ocurre y a su vez
saber cómo hacer, estar preparado para actuar en lo “urgente” y en lo “importante”,
en este ahora y pensando en un futuro, el suyo y el de los que vendrán. Retomando
el norte.
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