Pareciera que
todos al final del año, intentamos hacer un recuento de lo que hemos hecho, lo
que tenemos, y lo que debemos hacer. Es algo así como el “debe-haber-saldo” de esos
365 días con sus 24 horas (o 26).
Hay
sentimientos, situaciones que si bien ocurren años atrás, les traemos en la
mochila y les sacamos al viento cada tanto. Hay personas que nos acompañan día
a día, quienes nos han pincelado con su ejemplo, con ese amor infinito, ese que
sólo lo da un padre o una madre.
Mi papi
partió físicamente en octubre de 2010. He escrito en otras ocasiones sobre Él. Su
pérdida tan sentida desde aquí hace que el duelo sea largo, diferente, no mayor
o más difícil, sino distinto. Aparecen días en los que la falta se hace más
patente, donde llora el alma y dejamos llover el rostro. Pero en seguida siento
salir una sonrisa, a pesar del dolor y de esa no-despedida, por todo lo que me dio,
todo cuanto me dejó. En ocasiones le sueño, siento que nos vigila desde otro
plano, que durante la noche revisa la manta, que nos da el beso de "buenas
noches" y se despide al alba, para seguir con nosotros en silencio. Estoy segura
que está con cada uno de nosotros, y junto a todo ello me ha dejado un tesoro
enorme, mi familia.
Mi mami,
gracias a Dios sigue allí conmigo, aunque nos separe un Atlántico que a veces
se hace enorme, sé que siempre está, cuidándome, mimándome, “toñequeándome”
desde esta distancia que impone la vida. Sé que entre ambas existe un nexo especial, quizás sea aquello que nos parecemos muchísimo, pero hay algo más, porque además de mi madre, es mi mejor consejera y amiga. Ella siempre nos recuerda que el amor
eterno sí existe, y que junto a papá nos hizo ver un mundo donde la moral, la
palabra, el trabajo honrado, el buen hacer son primordiales para andar con la
cabeza en alto. Un nombre limpio del que enorgullecernos. Sin duda, las mejores
lecciones de vida.
Quiero en
estas letras, detenerme para decirles a mis hermanos GRACIAS POR ESTAR ALLÍ,
justo en aquellos momentos cuando había que dar mucho más que un hombro.
Cuando
desde aquí pasaba noches en vela, sabiéndoles a ellos sin apenas dormir, pero
llenando “los míos” de cuidados, plenos de esa delicadeza y dedicación que sólo
lo da quien ama con el alma. Cuando la distancia se me hacía inmensa, los días
largos.
El saberles, el tenerles ha sido la fortuna más preciada.
Jamás tendré con
qué agradecerles que me tuvieran presente en cada ocasión, en esos instantes
cuando un beso y una caricia eran gestos llenos de dulces palabras,
cuando la memoria se perdía en una bruma, cuando la enfermedad hacía acto de dura
presencia. Ustedes siempre estuvieron. Lo hicieron por ustedes, y siento egoístamente que
también había un poco de mí, en esa parte esencial que nos mantiene unidos como nunca, a pesar de esta distancia extraña.
La existencia es mucho más que ese recuerdo con sabor
a mango, del olor a limón, de las tortas en el horno, de la playa calentita, los paisajes de montañas hermosas o del abrazo quedito.
De esos besos con aroma a chocolate y manitos llenas de caramelos.
De esos besos con aroma a chocolate y manitos llenas de caramelos.
La vida es compleja pero definitivamente hermosa. Está llena de decisiones que se asumen. Que llenan de alegría, satisfacción, experiencias y de grandes aprendizajes.
Sí, sé
que nos perdemos cosas, y ganamos otras. Quizás no estamos en esa foto en la que nos gustaría aparecer, los cuatro, de nuevo, abrazados y sonrientes, pero estamos
en donde mejor podemos hacerlo, en la mente, el alma y los corazones de
nuestros quereres. En los de cada uno de ustedes, y no tengan atisbo de duda que también
están en el mío, cada día, con mi familia en chiquito.
"...uno junto al otro, o kilómetros de distancia, los hermanos siempre estarán conectados por el corazón."
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