En ocasiones me intento explicar en silencio el porqué de la
situación actual sanitaria en Venezuela. Ese país al que Monedero e Iglesias,
en teoría, han asesorado por largos años justamente en el área de la Seguridad
Social.
Recurro a los artículos científicos, médicos-sanitarios, de
epidemiología… ¿Saben qué? No me sirven de nada, porque el régimen de lo
absurdo se ha instalado en mi país por quince largos años. Realmente, busco
palabras para explicar todo lo ocurrido… y es tan complejo, que se podría
reducir a solo una sola: DESTRUCCIÓN.
Y es que ir por los centro de salud en esta Venezuela, la
del socialismo del siglo XXI, la revolución bonita, es como ir a “pasear” por
un vertedero. Donde la total ausencia de insumos hace que el personal de salud
tenga mucho más que las manos atadas, se llene de frustración, no pueda
controlar la enfermedad de sus pacientes, y a su vez, este mismo hecho, ante la
ola de violencia que vive el país, pueda ser una causa de amenaza y/o muerte.
Debo recordar, es el mundo de lo absurdo.
Busco en la historia, aquella narrada por mi abuelo, cuando
intervenía en campañas del antiguo Ministerio de Obras Públicas y el Ministerio
de Sanidad, cuando se empezaba a instaurar un sistema de prevención en el país.
Reviso la historia del siglo XX, cuando Venezuela pasó de ser un país rural a
ser ese cosmopolita, que atrajo a tantos para labrarse un porvenir. Y encuentro
nombres, obras, hechos… quiero destacar cómo se instauró una infraestructura
sobre la cual se basaba el sistema de salud, los ambulatorios y los Hospitales
tipo I, al alcance de la población para los servicios básicos, hablamos de
medicina interna, pediatría, ginecobstetricia y cirugía. De ello queda el
recuerdo de lo que fue. Si bien, existen, han sido sustituidos, usurpados por
esa terrible “Misión Barrio Adentro”, a través de la cual nuestro personal de
salud, nuestros excelentes médicos, fueron apartados para “poner” unos
advenedizos del sistema cubano. Todo ha seguido una ruta fijada por los Castro.
No, muchos no son médicos, en el mejor de los casos personal paramédico…
realmente están en Venezuela para adoctrinar al pueblo, ojo, no al ciudadano.
Eso han hecho por 15 largos años… y lo que falta.
Estoy consciente que durante los años 70s a los 90s, ese
sistema de salud, que sirvió de modelo a otras tantas naciones, no fue
fortalecido. Aun así, cuando se presentaba una enfermedad crónica, de larga
data, o se requerían servicios de especialización como neonatología, se
recurría al hospital público. Eso es historia, realmente ocurrió, pero nadie la
recuerda… porque todo, a todo nivel, ha sido substituida por la mentira de un
régimen genocida en todos los sentidos.
La destrucción de un sistema productivo ha afectado
directamente al sistema de salud, quien ahora depende de las dádivas de
régimen, que dé los “permisos de importación” para todo cuanto requiere, con su
dinero, no con el de esta dictadura.
Además de ello, y para agravar la situación, no existen
datos reales epidemiológicos desde hace años, porque esta dictadura determinó
que no eran necesarios. No se sabe la morbilidad ni mortalidad por enfermedad. No
existe prevención, no hay medicamentos básicos, ni especializados, y también
incluye vacunas. No, en Venezuela no hay ni paracetamol, y qué decir de las
medicinas de enfermedades crónicas u oncológicas… No existe educación sanitaria
dirigida al pueblo. La alimentación es cada vez de peor calidad. Es todo un
complejo gigantesco, un puzzle donde el ciudadano siempre ha llevado las de
perder.
En la actualidad, lo que queda de aquel sistema referido
antes, es un esqueleto de hospitales y un personal que trabaja con una mística
que ya le quisieran tener en cualquier centro de salud del mundo. Lo he visto,
soy testigo de ello: cuántos se sacan el dinero del bolsillo para que sus
pacientes busquen un medicamento, cuántos con dos o tres especializaciones trabajan
por un sueldo de miseria en los hospitales públicos, cuántos hacen labores “ad
honorem” para brindar la oportunidad de salud y bienestar a sus pacientes… son
muchos, no crean que no.
Pero el régimen les silencia.
Quiero dedicar esta entrada a todos ellos, quienes ahora
trabajan sin insumos, no exagero, sin jeringas, sin bisturí. En un sistema “sin
oxígeno”. Ellos son un oasis en este desierto, en un país enorme escondido en
la miseria.
Quiero gritar al mundo mi admiración por cada uno de ellos, mi
reconocimiento a ese personal que persiste e insiste en ir contracorriente, que
sale a medianoche entre la inseguridad que reina en las calles. Quiero decirles
cuánto les admiro. En particular a mi hermana: la mejor médico, pediatra y neonatólogo
que he conocido. Mi flaca, ésta va por ti.
Imprescindibles artículos como el tuyo para que muchos conozcan a lo que lleva esa depravación moral a la que algunos llaman socialismo del siglo XXI. Estoy convencido de que muchos socialistas de verdad quedarán horrorizados ante esta degradación social.
ResponderEliminarEsta es la tarjeta de presentación de Podemos en España: miseria y más miseria en nombre de una supuesta igualdad. Un saludo y, por favor, manteneos informados sobre lo que pasa en esa maravillosa tierra hermana que es Venezuela.
Eso intento, me ha costado en particular esta entrada, verlo en tercera persona siendo yo mismo personal de salud. Lo que ocurre pasa lo absurdo. Las redes de venezolanos en el exterior intentándolo hacer llegar medicamentos, es más que deprimente. Paralelamente vemos las fotos de Chávez como vivió en la opulencia, y ahora Maduro en NYC.
EliminarMantengo la conexión diaria con mi tierra. Aunque sea a la distancia, como mis médicos admirados, a contracorriente.
Un abrazo enoooorme.
Buen y necesario artículo, Carolina. Un abrazo-e.
ResponderEliminargracias Enrique, un abrazo-e
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