Decidí estos días leer la
Constitución como ejercicio democrático. Lo he hecho previamente, desde que
llegué a esta, mi segunda tierra, mi país adoptivo. Le leo por tercera vez, y en
esta ocasión he revisado artículos concretos. Como cada libro que “cae” en mis
manos, acostumbro a leer el prólogo y las diferentes notas previas al texto,
con lo cual también me he detenido en el Preámbulo, y este en particular vale
la pena releerle, dice textualmente “La Nación
española, deseando establecer la justicia,
la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran, en uso de
su soberanía”. Paralelamente, recuerdo
la definición de la RAE sobre Constitución, “Ley
fundamental de un Estado que define el régimen básico de los derechos y
libertades de los ciudadanos y los poderes e instituciones de la organización
política”.
Me
queda claro que el Preámbulo busca explicar las razones de una Constitución
hecha en Justicia, Libertad, Seguridad, Bien de cuantos integran la nación, Soberanía. No puedo evitar revisarles a
su vez recordando los hechos ocurridos en estos últimos años.
La Carta Magna fue redactada en un momento en el que España salía de un largo período dictatorial,
para encausarse, o al menos eso es lo que se planteó en su momento, en una
democracia. Se mencionan varios términos en los que vale la pena detenerse:
Hablamos
de Justicia, cuando se suceden
hechos de corrupción que afectan a partidos e instituciones, donde lo que vale
es cuanto poder que se llega a tener o el dinero de las cuentas bancarias;
cuando nos sentimos desamparados ante un Estado que protege a asesinos,
terroristas, violadores… un Estado que no nos trata a todos por igual, cuando
se tiene un título nobiliario que nos hace “diferentes”. Esta Justicia, que si uno de sus miembros
actúa bien, debe hacerlo solo y sabiendo que cada paso va a ser medido,
revisado y a su vez juzgado por un sector de la sociedad y del mismo Estado.
Seguidamente
está a la palabra Libertad, y si, pareciera
que disfrutáramos de ella. Podemos hablar, dialogar, dar nuestras opiniones y
sabemos que no se nos prohíbe; más si nos comparamos con regímenes donde cualquiera
de estos actos, o incluso pensar puede costarte la muerte o en mejores casos la
cárcel. Pero qué casualidad, en estos últimos días, la Generalitat de Cataluña
ha creado un organismo con fondos del Estado, es decir, de los contribuyentes, nuestros,
que quiere o pretende controlar lo que se dice, todo aquello que esté en contra
del denominado “derecho a decidir” o inmersión lingüística, o la aberración
idiomática “discriminación en positivo”, todo lo que vaya en contra de la
secesión/independencia/nacionalismo, e incluso penalizarnos por ello. Lo peor, es
que todo ocurre en medio de una profunda crisis, cuando hay una parte
importante de la sociedad en paro, sin trabajo, y bajo la tibia mirada del
Gobierno Nacional, o más bien su inacción.
Seguridad,
siguiente palabra. Cómo olvidar que la Doctrina Parot, con todos sus bemoles
acaba de ser abolida. No por el Tribunal de Estrasburgo, si consideramos lo que
refieren diferentes abogados, no es vinculante, pero sí lo es la Audiencia
Nacional. Quien con un retraso en cientos de casos ha resuelto dejar en
libertad a asesinos, terroristas, violadores sin considerar la “seguridad” y
los Derechos Humanos del resto de la sociedad, si, de las más de 45 millones de
personas que vivimos en esta nación. Seguridad,
con una policía catalana que a la vista de los acontecimientos recientes está
en la mente de cada uno de nosotros, ¿cumple sus funciones en la “Seguridad
ciudadana”, o no?... da mucho que pensar y analizar.
Luego retumba en mi mente, porque no puede más que hacerlo, la
palabra Bien de los ciudadanos que
integran España. Últimamente este “deber” de buscar el Bien de los ciudadanos queda grande a muchos que son servidores
públicos, que distan de serlo, pero si de buscar sus propios bienes y
beneficios. La palabra Bien le queda
grande a un Estado que en lugar de plantearse qué necesita su población antes
de instaurar unas medidas que le ahogan, cumple con los preceptos dictados por
organismos internacionales. Creo que hemos de recordar los Derechos Humanos,
estos que fueron firmados en 1948, que están en relación directa con la palabra
Bien. ¿Se están cumpliendo?, si no es así, ¿A qué esperamos para reclamarles?
Por último, y no menos importante se menciona Soberanía, si recordamos la definición
de la RAE, “…reside en el pueblo y se ejerce por medio de
sus órganos constitucionales representativos”. En estos últimos meses, de
manera constante este principio ha sido pisoteado, y quizás lo más grave, es
que las instituciones quienes tienen la responsabilidad de protegerle,
resguardarle, parecieran paralizadas en bloques de hielo, como aquellas
estatuas de sal que menciona la Biblia, solo que esta vez ni siquiera sabemos
hacia donde dirigen su mirada. La Soberanía
sobre un territorio que por una minoría quiere ser fragmentado. La Soberanía no se discute, es, existe, se
ejerce. Eso, debemos recordarlo.
Estoy segura que queda mucho por discutir, hay mucho más en el
tintero sobre una constitución que nos podría lucir lejana en el tiempo y de
cara a las necesidades actuales. Para ello, hay países que han introducido
cambios en sus constituciones a través de enmiendas, otros directamente han
hecho constituyentes para crear una nueva. Valdría la pena sopesar los pro y los
contras de cada acción. En todo caso, con esta, que hoy alcanza 35 años de
haber sido promulgada, estamos incumpliéndole, y desde su preámbulo.
Ante todo esto, ¿Permaneceremos impasibles, nos mantendremos inmutables?
¿Dejaremos que otros decidan por nuestros derechos?, creo que es hora de la
ciudadanía activa, y esto desde hace tiempo, desde hace años.
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